Libertad para todos
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Prólogo
Libertad para todos – Prólogo
Por Neville Goddard | 1942
La opinión pública no tolerará por mucho tiempo una teoría que no funcione en la práctica. Hoy, probablemente más que nunca, el hombre exige pruebas de la veracidad incluso de su ideal más elevado. Para alcanzar la satisfacción definitiva, el hombre debe encontrar un principio que sea para él una forma de vida, un principio que pueda experimentar como verdadero.
Creo haber descubierto precisamente ese principio en la más grande de todas las escrituras sagradas, la Biblia. Inspirado en mi propia iluminación mística, este libro revela la verdad oculta en las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento.
En resumen, el libro afirma que la conciencia es la única realidad, que la conciencia es la causa y la manifestación es el efecto. Llama la atención del lector constantemente sobre este hecho, para que siempre ponga lo primero en primer lugar.
Habiendo sentado la base de que un cambio de conciencia es esencial para lograr cualquier cambio de expresión, este libro explica al lector una docena de formas diferentes de lograr dicho cambio de conciencia.
Este es un principio realista y constructivo que funciona. La revelación que contiene, si se aplica, te liberará.
01 - La Unidad de Dios
Capítulo 1 – La Unidad de Dios
Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el Señor uno.
Escucha, Israel:
escucha, oh hombre hecho de la misma sustancia de Dios: ¡
Tú y Dios sois uno e indiviso!El hombre, el mundo y todo lo que hay en él son estados condicionados del incondicionado, Dios. Tú eres este ser; eres Dios condicionado como hombre. Todo lo que crees que Dios es, lo eres; pero nunca sabrás que esto es cierto hasta que dejes de atribuírselo a otro y reconozcas que ese aparente otro eres tú mismo.
Dios y el hombre,
el espíritu y la materia,
lo informe y lo formado,
el creador y la creación,
la causa y el efecto:
vuestro Padre y vosotros sois uno.Éste, en quien todos los estados condicionados viven, se mueven y tienen su ser, es tu YO SOY, tu conciencia incondicionada.
La consciencia incondicionada es Dios, la única realidad. Por consciencia incondicionada se entiende una sensación de consciencia; una sensación de saber que YO SOY, aparte de saber quién SOY; la consciencia de ser, separada de aquello que soy consciente de ser.
Soy consciente de ser hombre, pero no necesito ser hombre para ser consciente de existir. Antes de ser consciente de ser alguien, yo, la consciencia incondicionada, era consciente de existir; y esta consciencia no depende de ser alguien. Soy consciencia autoexistente e incondicionada. Me di cuenta de ser alguien, y seré consciente de ser alguien distinto de esto que ahora soy consciente de ser. Pero soy eternamente consciente de existir, ya sea sin forma incondicionada o forma condicionada.
Como estado condicionado, yo (el hombre), puedo olvidar quién soy o dónde estoy, pero no puedo olvidar que YO SOY.
Este saber que YO SOY, esta conciencia de ser, es la única realidad.
Esta conciencia incondicionada, el YO SOY, es esa realidad conocedora en la que todos los estados condicionados –concepciones de mí mismo– comienzan y terminan, pero que siempre permanece como el ser conocedor desconocido cuando todo lo conocido deja de ser.
Todo lo que alguna vez creí ser, todo lo que ahora creo ser y todo lo que alguna vez creeré ser, no son más que intentos de conocerme a mí mismo: la realidad desconocida e indefinida.
Este ser desconocido y conocedor, o consciencia incondicionada, es mi verdadero ser, la única realidad. YO SOY la realidad incondicionada, condicionada por lo que creo ser. YO SOY el creyente limitado por mis creencias, el conocedor definido por lo conocido.
El mundo es mi conciencia condicionada objetivada. Lo que siento y creo verdadero de mí mismo se proyecta ahora en el espacio como mi mundo. El mundo —mi yo reflejado— siempre da testimonio del estado de conciencia en el que vivo.
No existe casualidad ni accidente que sea responsable de lo que me sucede ni del entorno en el que me encuentro. Ni el destino predestinado es el autor de mis fortunas o desgracias. La inocencia y la culpa son meras palabras sin significado para la ley de la conciencia, salvo que reflejen el estado de conciencia mismo.
La conciencia de culpa genera condenación. La conciencia de carencia produce pobreza.
El hombre objetiva eternamente el estado de conciencia en el que habita, pero de una forma u otra se ha confundido en la interpretación de la ley de causa y efecto.
Ha olvidado que es el estado interior el que es la causa de la manifestación exterior.
Como es adentro, es afuera.
– “Correspondencia”, el segundo de Los Siete Principios de Hermes TrimegistoY en su olvido, cree que un Dios externo tiene sus propias razones peculiares para hacer las cosas, razones que escapan a la comprensión humana. O cree que la gente sufre por errores pasados que la mente consciente ha olvidado. O, incluso, que solo el azar ciego desempeña el papel de Dios.
Un día el hombre se dará cuenta de que su propio YO SOY es el Dios que ha estado buscando a través de los tiempos, y que su propio sentido de conciencia –su conciencia de ser– es la única realidad.
Lo más difícil de comprender para el hombre es esto: que la “YO SOY-idad” en sí mismo es Dios. Es su verdadero ser o estado Paternal, el único estado del que puede estar seguro. El Hijo, su concepción de sí mismo, es una ilusión. Siempre sabe que ES, pero lo que es es una ilusión creada por él mismo (el Padre) en un intento de autodefinirse.
Este descubrimiento revela que todo lo que he creído que Dios es, YO SOY.
“YO SOY la resurrección y la vida”
– Juan 11:25…es una declaración de hecho concerniente a mi conciencia, pues mi conciencia resucita o hace visiblemente vivo aquello que soy consciente de ser.
YO SOY la puerta.
– Juan 10:2, 10:7, 10:9“Todos los que vinieron antes de mí son ladrones y salteadores.”
– Juan 10:8…me muestra que mi conciencia es la única entrada al mundo de la expresión; que asumir la conciencia de ser o poseer la cosa que deseo ser o poseer es la única manera por la cual puedo llegar a serlo o poseerlo; que cualquier intento de expresar este estado deseable de maneras distintas a asumir la conciencia de serlo o poseerlo, es verse privado del gozo de la expresión y la posesión.
YO SOY el principio y el fin.
– Apocalipsis 1:8, 22:13…revela mi conciencia como la causa del nacimiento y la muerte de toda expresión.
YO SOY me envió.
– Éxodo 3:14…revela mi conciencia de ser el Señor que me envía al mundo a imagen y semejanza de aquello que soy consciente de ser, para vivir en un mundo compuesto de todo aquello de lo que soy consciente.
Yo soy el Señor, y fuera de mí no hay Dios.
– Isaías 45:5…declara que mi conciencia es el único y solo Señor y que fuera de mi conciencia no hay Dios.
Estad quietos y sabed que yo soy Dios.
– Salmo 46:1…significa que debo aquietar la mente y saber que la consciencia es Dios.
No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.
– Éxodo 20:7“YO SOY el Señor: ese es mi nombre.”
– Isaías 42:8Ahora que has descubierto tu YO SOY, tu conciencia de ser Dios, no afirmes que sea verdad de ti mismo algo que no afirmarías que fuera verdad de Dios, porque al definirte a ti mismo, estás definiendo a Dios.
Aquello de lo que eres consciente es aquello a lo que has llamado Dios. Dios y el hombre son uno. Tú y tu Padre son uno [Juan 10:30].
Tu conciencia incondicionada, o YO SOY, y aquello que eres consciente de ser, son uno.
El concebidor y la concepción son uno. Si tu concepto de ti mismo es inferior al que afirmas tener de Dios, le has robado a Dios [ver Filipenses 2:6], el Padre, porque tú (el Hijo o la concepción) das testimonio del Padre o concebidor. No uses en vano el nombre mágico de Dios, YO SOY, pues no serás considerado inocente; debes expresar todo lo que afirmas ser.
Nombra a Dios definiéndote conscientemente como tu ideal más elevado.
02 - El Nombre de Dios
Capítulo 2 – El Nombre de Dios
No se puede afirmar con suficiente frecuencia que la conciencia es la única realidad, porque ésta es la verdad que libera al hombre.
Este es el fundamento sobre el que se asienta toda la estructura de la literatura bíblica. Las historias de la Biblia son revelaciones místicas escritas en simbolismo oriental que revelan al intuitivo el secreto de la creación y la fórmula de escape. La Biblia es el intento del hombre de expresar con palabras la causa y el modo de la creación. El hombre descubrió que su conciencia era la causa o creadora de su mundo, por lo que procedió a narrar la historia de la creación en una serie de relatos simbólicos que hoy conocemos como la Biblia.
Para comprender este, el más grande de los libros, se necesita un poco de inteligencia y mucha intuición: la inteligencia suficiente para poder leer el libro y la intuición suficiente para interpretar y comprender lo que se lee.
Quizás se pregunten por qué la Biblia se escribió simbólicamente. ¿Por qué no se escribió con un estilo claro y sencillo para que todos los que la leyeran pudieran entenderla? A estas preguntas respondo que todos los hombres hablan simbólicamente a esa parte del mundo que difiere de la suya.
El lenguaje de Occidente nos resulta claro, pero es simbólico para Oriente, y viceversa. Un ejemplo de ello se encuentra en la instrucción del oriental:
Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala.
– Marcos 9:43Él habla de la mano, no como la mano del cuerpo, sino como cualquier forma de expresión; y con ello te advierte que te alejes de aquella expresión en tu mundo que te resulte ofensiva.
Al mismo tiempo, el hombre occidental engañaría involuntariamente al oriental al decir: «Este banco está en crisis». Pues la expresión «en crisis» para el occidental equivale a bancarrota, mientras que una roca para el oriental es símbolo de fe y seguridad.
Lo compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
– Mateo 7:24-25Para comprender verdaderamente el mensaje de la Biblia, hay que tener presente que fue escrita por la mentalidad oriental y, por lo tanto, no puede ser interpretada literalmente por la occidental. Biológicamente, no hay diferencia entre Oriente y Occidente. El amor y el odio son lo mismo; el hambre y la sed son lo mismo; la ambición y el deseo son lo mismo; pero la técnica de expresión es muy diferente.
Lo primero que debes descubrir si quieres descifrar el secreto de la Biblia es el significado del nombre simbólico del Creador, conocido por todos como Jehová. Esta palabra, «Jehová», se compone de las cuatro letras hebreas: JOD HE VAU HE. Todo el secreto de la creación se esconde en este nombre.
La primera letra, JOD, representa el estado absoluto o conciencia incondicionada; el sentido de conciencia indefinida; esa inclusividad total de la que proviene toda creación o estados condicionados de conciencia.
En la terminología actual JOD es YO SOY, o conciencia incondicionada.
La segunda letra, HE, representa al Hijo Unigénito, un deseo, un estado imaginario. Simboliza una idea; un estado subjetivo definido o una imagen mental clarificada.
La tercera letra, VAU, simboliza el acto de unificar o unir al concebidor (JOD), la conciencia deseante a la concepción (HE), el estado deseado, de modo que el concebidor y la concepción se vuelven uno.
Fijar un estado mental, definirte conscientemente como el estado deseado, grabar en ti mismo el hecho de que ahora eres aquello que imaginaste o concebiste como tu objetivo, es la función de VAU. Une la conciencia que desea con lo deseado. Este proceso de consolidación se logra subjetivamente al sentir la realidad de aquello que aún no se ha objetivado.
La cuarta letra, HE, representa la objetivación de este acuerdo subjetivo. El JOD HE VAU hace del hombre o del mundo manifestado (HE), a imagen y semejanza de sí mismo, el estado subjetivo consciente. Por lo tanto, la función del HE final es dar testimonio objetivo del estado subjetivo JOD HE VAU.
La conciencia condicionada se objetiva continuamente en la pantalla del espacio.
El mundo es imagen y semejanza del estado consciente subjetivo que lo creó.
El mundo visible, por sí mismo, no puede hacer nada; solo da testimonio de su creador, el estado subjetivo. Es el Hijo visible (HE) que da testimonio del Padre, Hijo y Madre invisibles —JOD HE VAU—, una Santísima Trinidad que solo puede verse al hacerse visible como hombre o manifestación.
Tu consciencia incondicionada (DCI) es tu YO SOY que visualiza o imagina un estado deseable (SE), y luego se vuelve consciente de ser ese estado imaginado al sentir y creer que es el estado imaginado. La unión consciente entre tú, que deseas, y aquello que deseas ser es posible gracias a la VAU, o tu capacidad de sentir y creer.
Creer es simplemente vivir en la sensación de ser realmente el estado imaginado, asumiendo la consciencia de ser el estado deseado. El estado subjetivo, simbolizado como JOD HE VAU, se objetiva entonces como ÉL, completando así el misterio del nombre y la naturaleza del creador, JOD HE VAU HE (Jehová).
JOD es estar consciente; HE es estar consciente de algo; VAU es estar consciente como, o estar consciente de ser, aquello de lo que solo eras consciente. El segundo HE es tu mundo visible y objetivado, creado a imagen y semejanza de JOD HE VAU, o aquello que eres consciente de ser.
Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.
– Génesis 1:26Hagamos, JOD HE VAU, la manifestación objetiva (HE) a nuestra imagen, la imagen del estado subjetivo.
El mundo es la imagen objetivada del estado consciente subjetivo en el que reside la conciencia.
Esta comprensión de que la conciencia es la única realidad es el fundamento de la Biblia.
Los relatos de la Biblia son intentos de revelar en lenguaje simbólico el secreto de la creación, así como de mostrar al hombre la única fórmula para escapar de todas sus propias creaciones.
Éste es el verdadero significado del nombre de Jehová, el nombre por el cual todas las cosas son hechas y sin el cual nada de lo que ha sido hecho, se hace [Juan 1:3].
Primero, eres consciente; luego te vuelves consciente de algo; luego te vuelves consciente como aquello de lo cual eras consciente; entonces contemplas objetivamente aquello que eres consciente de ser.
03 - La Ley de la Creación
Capítulo 3 – La Ley de la Creación
Tomemos una de las historias de la Biblia y veamos cómo los profetas y escritores de la antigüedad revelaron la historia de la creación mediante este extraño simbolismo oriental.
Todos conocemos la historia de Noé y el Arca; que Noé fue elegido para crear un mundo nuevo después de que el mundo fuera destruido por el diluvio.
La Biblia nos dice que Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet [Génesis 6:10].
El primer hijo se llama Sem, que significa nombre. Cam, el segundo, significa cálido, vivo. El tercer hijo se llama Jafet, que significa extensión. Observarán que Noé y sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet, contienen la misma fórmula de creación que el nombre divino de YOD HE VAU HE.
Noé, el Padre, el concebidor, el constructor de un nuevo mundo, es equivalente a JOD, o la consciencia incondicionada, YO SOY. Shem es tu deseo; aquello de lo que eres consciente; aquello que nombras y defines como tu objetivo, y es equivalente a la segunda letra del nombre divino (HE). Cam es el estado cálido y vivo del sentimiento, que une o vincula la consciencia que desea y lo deseado, y por lo tanto es equivalente a la tercera letra del nombre divino, VAU. El último hijo, Jafet, significa extensión, y es el estado extendido u objetivado que da testimonio del estado subjetivo, y es equivalente a la última letra del nombre divino, HE.
Tú eres Noé, el conocedor, el creador.
Lo primero que engendras es una idea, un impulso, un deseo, la palabra o tu primer hijo Sem (nombre).
Tu segundo hijo Ham (cálido, vivo) es el secreto del SENTIMIENTO por el cual te unes a tu deseo subjetivamente para que tú, la conciencia deseante, te vuelvas consciente de ser o poseer la cosa deseada.
Tu tercer hijo, Jafet, es la confirmación, la prueba visible de que conoces el secreto de la creación.
Él es el estado extendido u objetivado que da testimonio del estado invisible o subjetivo en el que resides.
En la historia de Noé se registra que Cam vio los secretos de su Padre [Génesis 9:22] y, debido a su descubrimiento, fue obligado a servir a sus hermanos, Sem y Jafet [9:25]. Cam, o el sentimiento, es el secreto del Padre, tu YO SOY, pues es a través del sentimiento que la conciencia que desea se une a lo deseado.
La unión consciente o matrimonio místico sólo es posible a través del sentimiento.
Es el sentimiento el que realiza esta unión celestial del Padre y el Hijo, Noé y Sem, la conciencia incondicionada y la conciencia condicionada.
Al realizar este servicio, el sentimiento sirve automáticamente a Jafet, el estado extendido o expresado, pues no puede haber expresión objetivada a menos que primero haya una impresión subjetiva.
Sentir la presencia de la cosa deseada, actualizar subjetivamente un estado imprimiendo en uno mismo, a través del sentimiento, un estado consciente definido, es el secreto de la creación.
Tu mundo actual, objetivado, es Jafet, hecho visible por Cam. Por lo tanto, Cam sirve a sus hermanos Sem y Jafet, pues sin el sentimiento, simbolizado por Cam, la idea o cosa deseada (Sem) no podría hacerse visible como Jafet.
La capacidad de percibir lo invisible, la capacidad de materializar y hacer real un estado subjetivo definido mediante el sentido del tacto, es el secreto de la creación, el secreto por el cual la palabra o el deseo invisible se hace visible, se hace carne [Juan 1:14]. «Y Dios llama las cosas que no son, como si fuesen» [Romanos 4:17].
La conciencia llama a las cosas que no se ven como si lo fueran, y lo hace primero definiéndose como aquello que desea expresar, y segundo permaneciendo dentro del estado definido hasta que lo invisible se hace visible.
Aquí está el funcionamiento perfecto de la ley según la historia de Noé. En este preciso instante eres consciente de tu ser. Esta consciencia de ser, este saber que eres, es Noé, el creador.
Ahora, con la identidad de Noé establecida como tu propia conciencia de ser, nombra algo que te gustaría poseer o expresar; define algún objetivo (Shem), y con tu deseo claramente definido, cierra los ojos y siente que lo tienes o lo estás expresando.
No te preguntes cómo se puede lograr; simplemente siente que lo tienes. Adopta la misma actitud mental que tendrías si ya lo tuvieras, para sentir que está hecho.
El sentimiento es el secreto de la creación.
Sé tan sabio como Cam y haz este descubrimiento para que tú también puedas tener el gozo de servir a tus hermanos Sem y Jafet; el gozo de hacer carne la palabra o el nombre.
04 - El secreto del sentimiento
Capítulo 4 – El secreto del sentimiento
El secreto del sentimiento o el llamado de lo invisible a los estados visibles está bellamente contado en la historia de Isaac bendiciendo a su segundo hijo Jacob con la creencia, basada únicamente en el sentimiento, de que estaba bendiciendo a su primer hijo Esaú.
– Génesis 27:1-35
Se registra que Isaac, que era viejo y ciego, sintió que estaba a punto de dejar este mundo y deseando bendecir a su primer hijo Esaú antes de morir, envió a Esaú a cazar un sabroso venado con la promesa de que a su regreso de la caza recibiría la bendición de su padre.
Jacob, quien deseaba la primogenitura o el derecho a nacer gracias a la bendición de su padre, oyó por casualidad la petición de caza de su padre ciego y su promesa a Esaú. Así que, mientras Esaú cazaba la caza, Jacob mató y preparó un cabrito del rebaño de su padre.
Colocándose las pieles sobre su cuerpo terso para que le diera el tacto de su peludo y áspero hermano Esaú, llevó el cabrito, exquisitamente preparado, a su padre ciego Isaac. Isaac, que dependía únicamente de su sentido del tacto, confundió a su segundo hijo, Jacob, con su primogénito, Esaú, y pronunció su bendición sobre Jacob. Al regresar de la cacería, Esaú se enteró de que su hermano Jacob, de piel tersa, lo había suplantado, así que apeló a su padre para que hiciera justicia; pero Isaac respondió y dijo:
Vino tu hermano con astucia y te quitó tu bendición.
– Isaías 27:35“Lo he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos.”
– Isaías 27:37
La simple decencia humana debería decirle al hombre que esta historia no puede tomarse literalmente. ¡Debe haber un mensaje para el hombre oculto en este acto traicionero y despreciable de Jacob! El mensaje oculto, la fórmula del éxito enterrada en esta historia, le fue revelada intuitivamente al escritor de esta manera. Isaac, el padre ciego, es tu consciencia; tu percepción del ser.
Esaú, el hijo peludo, es tu mundo presente objetivado: lo áspero o lo que percibes; el momento presente; el entorno presente; tu concepción actual de ti mismo; en resumen, el mundo que conoces gracias a tus sentidos objetivos. Jacob, el muchacho de piel tersa, el segundo hijo, es tu deseo o estado subjetivo, una idea aún no encarnada, un estado subjetivo que se percibe y se siente, pero no se conoce ni se ve objetivamente; un punto en el tiempo y el espacio alejado del presente. En resumen, Jacob es tu objetivo definido. El Jacob de piel tersa —o estado subjetivo que busca encarnación o el derecho de nacimiento—, cuando es sentido o bendecido adecuadamente por su padre (cuando es sentido conscientemente y fijado como real), se objetiva; y al hacerlo, suplanta al Esaú áspero y peludo —o al anterior estado objetivado—. Dos cosas no pueden ocupar un lugar determinado al mismo tiempo, y así, al hacerse visible lo invisible, el anterior estado visible se desvanece.
Tu consciencia es la causa de tu mundo. El estado consciente en el que resides determina el tipo de mundo en el que vives. Tu concepto actual de ti mismo se objetiva ahora como tu entorno, y este estado se simboliza como Esaú, el peludo, de lo sensible; el primer hijo. Lo que te gustaría ser o poseer se simboliza como tu segundo hijo, Jacob, el muchacho de piel suave que aún no se ve, pero se siente y se siente subjetivamente, y que, si se toca adecuadamente, suplantará a su hermano Esaú, o tu mundo actual.
Tengan siempre presente que Isaac, el padre de estos dos hijos, o estados, es ciego. No ve a su hijo Jacob, de piel lisa; solo lo siente.
Y a través del sentido del sentimiento él realmente cree que Jacob, el subjetivo, es Esaú, el real, el objetivado.
No ves tu deseo objetivamente; simplemente lo sientes subjetivamente.
No andas a tientas en el espacio buscando un estado deseable. Como Isaac, te quedas quieto y envías a tu primer hijo a cazar, desviando tu atención de tu mundo objetivo.
Entonces, en ausencia de tu primer hijo, Esaú, invitas al estado deseado, tu segundo hijo, Jacob, a acercarse para que puedas sentirlo. «Acércate, hijo mío, para que pueda sentirte» [27:21]. Primero, eres consciente de ello en tu entorno inmediato; luego lo acercas cada vez más hasta que lo percibes y lo sientes en tu presencia inmediata, de modo que te resulta real y natural.
Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier punto que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.
– Mateo 18:19
Ambos están de acuerdo a través del sentido del tacto; y el acuerdo se establece en la tierra: se objetiva, se hace real.
Los dos que están de acuerdo son Isaac y Jacob: tú y aquello que deseas. Y el acuerdo se basa únicamente en el sentimiento.
Esaú simboliza tu mundo actual objetivado, ya sea placentero o no.
Jacob simboliza todos y cada uno de los deseos de tu corazón.
Isaac simboliza tu verdadero yo, con los ojos cerrados al mundo presente, en el acto de sentirte y sentirte siendo o poseyendo aquello que deseas ser o poseer.
El secreto de Isaac – el estado de percepción, de sentimiento – es simplemente el acto de separar mentalmente lo que sientes sensiblemente (tu estado físico actual) de lo que sientes insensiblemente (aquello que te gustaría ser).
Con los sentidos objetivos fuertemente cerrados, Isaac hizo, y tú puedes hacer que lo sentido insensiblemente (el estado subjetivo) parezca real o conocido sensiblemente, porque la fe es conocimiento.
Conocer la ley de la autoexpresión, la ley por la cual lo invisible se hace visible, no es suficiente.
Debe aplicarse; y éste es el método de aplicación.
Primero: Envía a tu primer hijo, Esaú —tu mundo o problema actual objetivado—, a cazar. Esto se logra simplemente cerrando los ojos y apartando la atención de las limitaciones objetivadas. Al apartar tus sentidos de tu mundo objetivo, este desaparece de tu consciencia o se va de caza.
Segundo: Con los ojos aún cerrados y la atención apartada del mundo que te rodea, fija conscientemente el momento y lugar naturales para la realización de tu deseo.
Con tus sentidos objetivos cerrados a tu entorno actual puedes percibir la realidad de cualquier punto en el tiempo o el espacio, ya que ambos son psicológicos y pueden crearse a voluntad.
Es de vital importancia que la condición natural de tiempo y espacio de Jacob, es decir, el tiempo y lugar naturales para la realización de su deseo, se fijen primero en su conciencia.
Si el domingo es el día en el que se debe realizar lo deseado, entonces el domingo debe ser fijado en la conciencia ahora.
Simplemente comience a sentir que es domingo hasta que la tranquilidad y naturalidad del domingo se establezca conscientemente.
Tienes asociaciones definidas con los días, semanas, meses y estaciones del año. Has dicho una y otra vez: «Hoy parece domingo, lunes o sábado» o «Esto parece primavera, verano, otoño o invierno». Esto debería convencerte de que tienes impresiones conscientes y definidas que asocias con los días, semanas y estaciones del año.
Entonces, gracias a estas asociaciones, puedes seleccionar cualquier momento deseado y, al recordar la impresión consciente asociada a ese momento, puedes crear una realidad subjetiva de ese momento ahora.
Haz lo mismo con el espacio. Si la habitación donde estás sentado no es la habitación donde lo que deseas se colocaría o se realizaría naturalmente, siéntete sentado en la habitación o lugar donde sería natural. Fija conscientemente esta impresión de tiempo y espacio antes de comenzar a percibir la cercanía, la realidad y la posesión de lo deseado. No importa si el lugar deseado está a diez mil millas de distancia o al lado, debes fijar en tu conciencia el hecho de que justo donde estás sentado está el lugar deseado.
No haces un viaje mental; colapsas el espacio. Siéntate en silencio donde estás y transforma el «ahí» en «aquí». Cierra los ojos y siente que el lugar donde estás es el lugar deseado. Siente y percibe su realidad hasta que te impresione conscientemente, pues tu conocimiento de este hecho se basa únicamente en tu percepción subjetiva.
Tercero: En ausencia de Esaú (el problema) y establecido el tiempo-espacio natural, invitas a Jacob (la solución) a venir y llenar ese espacio – a venir y suplantar a su hermano.
Imagina lo que deseas. Si no puedes visualizarlo, percibe su contorno; contémplalo. Luego, mentalmente, acércalo a ti. «Acércate, hijo mío, para que pueda sentirte».
Siente su cercanía. Siéntelo en tu presencia inmediata. Siente su realidad y solidez. Siéntelo y visualízalo colocado naturalmente en la habitación donde estás sentado. Siente la emoción del logro real y la alegría de la posesión.
Ahora abre los ojos. Esto te devuelve al mundo objetivo, al mundo áspero o sensible. Tu peludo hijo Esaú ha regresado de la cacería y con su sola presencia te dice que has sido traicionado por tu terso hijo Jacob, el subjetivo, el psicológico.
Pero, como Isaac, cuya confianza estaba basada en el conocimiento de esta ley inmutable, tú también dirás: “Yo lo he puesto por Señor y le he dado a todos sus hermanos por siervos”.
Es decir, aunque tus problemas parezcan fijos y reales, has sentido que el estado subjetivo y psicológico es real hasta el punto de percibir la emoción de esa realidad. Has experimentado el secreto de la creación porque has sentido la realidad de lo subjetivo.
Has fijado un estado psicológico definido que, a pesar de toda oposición o precedente, se objetivará, cumpliendo así el nombre de Jacob, el suplantador.
A continuación se muestran algunos ejemplos prácticos de este drama.
Primero: La bendición o hacer real una cosa.
Siéntate en tu sala y nombra un mueble, alfombra o lámpara que te gustaría tener en esa habitación. Observa la zona donde lo colocarías si lo tuvieras. Cierra los ojos y deja que todo lo que ocupa esa zona desaparezca. Imagina que esta zona está vacía; no hay absolutamente nada. Ahora empieza a llenar ese espacio con el mueble deseado. Siente que lo tienes en esa misma zona. Imagina que ves lo que deseabas ver. Continúa en esta consciencia hasta que sientas la emoción de la posesión.
Segundo: La bendición o la realización de un lugar.
Ahora estás sentado en tu apartamento en la ciudad de Nueva York, contemplando la alegría que sentirías si estuvieras en un transatlántico navegando por el gran Atlántico.
Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré conmigo, para que donde yo estoy, ustedes también estén.
– Juan 14:2-3
Tienes los ojos cerrados; has liberado conscientemente el apartamento de Nueva York y, en su lugar, percibes y sientes que estás en un transatlántico. Estás sentado en una tumbona; no hay nada a tu alrededor excepto el vasto Atlántico. Fija la realidad de este barco y el océano para que, en este estado, puedas recordar mentalmente el día en que estabas sentado en tu apartamento de Nueva York soñando con este día en el mar. Recuerda la imagen de ti mismo sentado allí en Nueva York soñando con este día. Visualiza en tu imaginación la imagen de ti mismo de vuelta en tu apartamento de Nueva York. Si logras recordar tu apartamento de Nueva York sin regresar conscientemente, entonces habrás preparado con éxito la realidad de este viaje.
Permanezca en este estado consciente sintiendo la realidad del barco y del océano; sienta la alegría de este logro; luego abra los ojos.
Has ido y has preparado el lugar, has fijado un estado psicológico definido y donde estés en conciencia allí estarás también en cuerpo.
Tercero: La bendición o realización de un punto en el tiempo.
Dejas ir conscientemente este día, mes o año, según sea el caso, e imaginas que es ahora ese día, mes o año que deseas experimentar. Percibes la realidad del momento deseado al recordarte que ya ha pasado. Al percibir la naturalidad de este tiempo, comienzas a sentir la emoción de haber realizado plenamente aquello que, antes de emprender este viaje psicológico en el tiempo, deseabas experimentar en ese momento.
Con el conocimiento de tu poder para bendecir puedes abrir las puertas de cualquier prisión: la prisión de la enfermedad, de la pobreza o de una existencia monótona.
El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, por cuanto me ha ungido Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos; a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel.
– Isaías 61:1, Lucas 4:18
05 - El sábado
Capítulo 5 – El sábado
Seis días se trabajará, pero el séptimo día tendréis día santo, día de reposo para Jehová.
– Éxodo 31:15, Levítico 23:3
Estos seis días no son períodos de veinticuatro horas.
Simbolizan el momento psicológico en el que se fija un estado subjetivo definido.
Estos seis días de trabajo son experiencias subjetivas y, por consiguiente, no pueden medirse en tiempo sideral, pues el verdadero trabajo de fijar un estado psicológico definido se realiza en la conciencia.
El tiempo invertido en definirte conscientemente como aquello que deseas ser es la medida de estos seis días.
Un cambio de consciencia es el trabajo realizado en estos seis días creativos; un ajuste psicológico que se mide no por el tiempo sideral, sino por el logro real (subjetivo). Así como una vida en retrospectiva se mide no por los años, sino por el contenido de esos años, también este intervalo psicológico se mide, no por el tiempo empleado en el ajuste, sino por el logro de ese intervalo.
El verdadero significado de los seis días de trabajo (creación) se revela en el misterio de la VAU, que es la sexta letra del alfabeto hebreo y la tercera letra del nombre divino: JOD HE VAU HE.
Como ya se explicó anteriormente en el misterio del nombre de Jehová, VAU significa clavar o unir.
El creador se une a su creación a través del sentimiento; y el tiempo que tarda en fijar un sentimiento definido es la verdadera medida de estos seis días de creación.
Separarse mentalmente del mundo objetivo y unirse a través del secreto del sentimiento al estado subjetivo es la función de la sexta letra del alfabeto hebreo, VAU, o los seis días de trabajo.
Siempre hay un intervalo entre la impresión fija, o estado subjetivo, y la expresión externa de ese estado.
El intervalo se llama Sabbath.
El sabbat es el descanso mental que sigue al estado psicológico establecido. Es el resultado de tus seis días de trabajo.
El sábado fue hecho para el hombre.
– Marcos 2:27
Este descanso mental que sigue a una impregnación consciente exitosa es el período de embarazo mental, un período que se realiza con el propósito de incubar la manifestación.
Fue hecho para la manifestación; la manifestación no fue hecha para ella.
Automáticamente mantienes el Shabat como un día de descanso —un período de descanso mental— si logras completar tus seis días de trabajo.
No puede haber Sabbath, ni séptimo día, ni período de descanso mental, hasta que transcurran los seis días, hasta que se haya logrado el ajuste psicológico y se haya hecho plenamente la impresión mental.
Se advierte al hombre que si no guarda el sábado, si no entra en el reposo de Dios, también dejará de recibir la promesa; dejará de realizar sus deseos.
La razón es simple y obvia: no puede haber descanso mental hasta que se produzca una impresión consciente.
Si un hombre no logra comprender plenamente que ahora tiene lo que antes deseaba poseer, continuará deseándolo y, por lo tanto, no estará mentalmente tranquilo ni satisfecho.
Si, por el contrario, logra hacer este ajuste consciente de modo que al salir del período de silencio o de sus seis días subjetivos de trabajo, sabe por su sentimiento que tiene lo deseado, entonces automáticamente entra en el Shabat o período de descanso mental.
El embarazo sigue a la fecundación. El hombre no continúa deseando lo que ya ha adquirido. El sabbat puede ser un día de descanso solo después de que el hombre logra tomar consciencia de ser lo que deseaba ser antes de entrar en el silencio.
El sábado es el resultado de los seis días de trabajo.
El hombre que conoce el verdadero significado de estos seis días de trabajo se da cuenta de que la observancia de un día de la semana como día de tranquilidad física no es guardar el sábado.
La paz y la quietud del Sabbath solo se pueden experimentar cuando el hombre logra ser consciente de ser quien desea ser. Si no logra esta impresión consciente, ha errado el blanco. Ha pecado, pues pecar es errar el blanco, no alcanzar el objetivo; un estado en el que no hay paz mental.
Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado.
– Juan 15:22
Si al hombre no se le hubiera presentado un estado ideal al cual tender, un estado que desear y adquirir, se habría sentido satisfecho con su suerte en la vida y nunca habría conocido el pecado.
Ahora que el hombre sabe que sus capacidades son infinitas, sabe que trabajando seis días o haciendo un ajuste psicológico puede realizar sus deseos, no estará satisfecho hasta que logre cada uno de sus objetivos.
Él, con el verdadero conocimiento de estos seis días de trabajo, definirá su objetivo y se dispondrá a tomar conciencia de serlo.
Cuando se produce esta impresión consciente, es seguida automáticamente por un período de descanso mental, un período que el místico llama Sabbath, un intervalo en el que la impresión consciente se gestará y se expresará físicamente.
La palabra se hará carne. ¡Pero ese no es el final!
El sábado, o descanso que será interrumpido por la encarnación de la idea, tarde o temprano dará paso a otros seis días de trabajo a medida que el hombre define otro objetivo y comienza de nuevo el acto de definirse a sí mismo como aquello que desea ser.
El hombre ha sido despertado de su sueño por medio del deseo, y no puede encontrar descanso hasta que realiza su deseo.
Pero antes de poder entrar en el reposo de Dios, o guardar el sábado, antes de poder caminar sin miedo y en paz, debe convertirse en un buen tirador espiritual y aprender el secreto de dar en el blanco o trabajar seis días, el secreto por el cual abandona el estado objetivo y se ajusta al subjetivo.
Este secreto fue revelado en el nombre divino de Jehová, y de nuevo en la historia de Isaac bendiciendo a su hijo Jacob. Si el hombre aplica la fórmula tal como se revela en estos dramas bíblicos, dará en el blanco espiritual cada vez, pues sabrá que el descanso mental o Sabbath solo se alcanza cuando logra un ajuste psicológico.
La historia de la crucifixión dramatiza hermosamente estos seis días (período psicológico) y el séptimo día de descanso.
Se registra que era costumbre entre los judíos liberar a alguien de la prisión en la fiesta de la Pascua, y que se les daba a elegir entre liberar a Barrabás, el ladrón, o a Jesús, el salvador. Y gritaron: «¡Suelta a Barrabás!» [Juan 18:40]. Después de lo cual Barrabás fue liberado y Jesús fue crucificado.
Se registra además que Jesús el Salvador fue crucificado al sexto día, sepultado al séptimo y resucitó al primer día.
El salvador en tu caso es aquello que te salvaría de aquello que no eres consciente de ser, mientras que Barrabás el ladrón es tu concepción actual de ti mismo que te roba aquello que te gustaría ser.
Al definir a tu salvador defines aquello que te salvaría y no cómo te salvarías.
Tu salvador o tu deseo tiene caminos que tú no conoces; sus caminos son inescrutables [Romanos 11:33].
Cada problema revela su propia solución. Si estuvieras preso, automáticamente desearías ser libre. La libertad, entonces, es lo que te salvaría. Es tu salvación.
Habiendo descubierto a tu salvador, el siguiente paso en este gran drama de la resurrección es liberar a Barrabás, el ladrón —tu concepto actual de ti mismo— y crucificar a tu salvador —o fijar la conciencia de ser o tener aquello que te salvaría—.
Barrabás representa tu problema actual. Tu salvador es quien te liberará de él. Liberas a Barrabás al desviar tu atención de tu problema, de tu sensación de limitación, pues te roba la libertad que buscas. Y crucificas a tu salvador al fijar un estado psicológico definido al sentirte libre de las limitaciones del pasado.
Niegas la evidencia de los sentidos y comienzas a sentir subjetivamente la alegría de ser libre. Sientes que este estado de libertad es tan real que tú también exclamas: “¡Soy libre!”. “Consumado es” [Juan 19:30].
La fijación de este estado subjetivo —la crucifixión— tiene lugar el sexto día. Antes de que se ponga el sol ese día, debes haber completado la fijación sintiendo: «Así es», «Consumado está».
Al conocimiento subjetivo le sigue el Sabbath o descanso mental. Serás como alguien enterrado o sepultado, pues sabrás que, por muy imponentes que sean las barreras, por infranqueables que parezcan los muros, tu salvador crucificado y sepultado (tu actual fijación subjetiva) resucitará. Al guardar el Sabbath como un período de descanso mental, al asumir la actitud mental que tendrías si ya expresaras visiblemente esta libertad, recibirás la promesa del Señor. Porque la Palabra se encarnará; la fijación subjetiva se encarnará.
Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
– Hebreos 4:4
Tu consciencia es Dios que reposa en el conocimiento de que «Está bien», «Está terminado». Y tus sentidos objetivos confirmarán que es así, pues el día lo revelará.
06 - Curación
Capítulo 6 – Sanación
La fórmula para la cura de la lepra, revelada en el capítulo catorce del Levítico, resulta sumamente esclarecedora desde la perspectiva de un místico. Esta fórmula puede prescribirse como la cura definitiva de cualquier enfermedad en el mundo humano, ya sea física, mental, financiera, social, moral… cualquier cosa.
No importa la naturaleza de la enfermedad ni su duración, ya que la fórmula se puede aplicar con éxito a todas y cada una de ellas.
Aquí está la fórmula tal como está registrada en el libro de Levítico:
Entonces el sacerdote mandará que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas y limpias… y el sacerdote mandará que se mate una de las avecillas… En cuanto a la avecilla viva, la tomará y la mojará en la sangre de la avecilla muerta; y rociará sobre el que se purifica de la lepra siete veces, y lo declarará limpio, y soltará la avecilla viva en campo abierto… Y quedará limpio.
– Levítico 14:4-8
Una aplicación literal de esta historia sería estúpida e infructuosa, mientras que, por otro lado, una aplicación psicológica de la fórmula es sabia y fructífera.
Un pájaro simboliza una idea. De todo hombre que tiene un problema o desea expresar algo distinto de lo que expresa ahora, se puede decir que tiene dos pájaros.
Estas dos aves o concepciones se pueden definir de la siguiente manera:
El primer pájaro es tu imagen actual de ti mismo; es la descripción que darías si te pidieran que te definieras: tu condición física, tus ingresos, tus obligaciones, tu nacionalidad, familia, raza, etc. Tu respuesta sincera a estas preguntas se basaría necesariamente únicamente en la evidencia de tus sentidos y no en ilusiones.
Esta verdadera concepción de ti mismo (basada enteramente en las evidencias de tus sentidos) define al primer pájaro.
El segundo pájaro se define por la respuesta que deseas dar a estas preguntas de autodefinición. En resumen, estos dos pájaros pueden definirse como aquello que eres consciente de ser y aquello que deseas ser.
Otra definición de las dos aves sería la primera, tu problema actual independientemente de su naturaleza; y la segunda, la solución a ese problema.
Por ejemplo, si estuvieras enfermo, la salud sería la solución. Si estuvieras endeudado, la liberación sería la solución. Si tuvieras hambre, la comida sería la solución. Como habrás notado, no se considera el cómo, la manera de lograr la solución. Solo se consideran el problema y la solución.
Cada problema revela su propia solución. Para la enfermedad, es salud; para la pobreza, es riqueza; para la debilidad, es fuerza; para el confinamiento, es libertad.
Estos dos estados, entonces, tu problema y su solución, son las dos aves que llevas al sacerdote. Tú eres el sacerdote que ahora representa el drama de la curación del leproso: tú y tu problema. Tú eres el sacerdote; y con la fórmula para la cura de la lepra, ahora te liberas de tu problema.
Primero: Toma uno de los pájaros (tu problema) y mátalo extrayendo su sangre. La sangre es la conciencia del hombre.
De una sola sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra.
– Hechos 17:26
Tu consciencia es la única realidad que anima y hace real aquello que eres consciente de ser. Así que apartar tu atención del problema equivale a extraerle la sangre al pájaro. Tu consciencia es la única sangre que hace que todos los estados sean realidades vivas. Al apartar tu atención de cualquier estado, le has quitado la savia vital. Matas o eliminas al primer pájaro (tu problema) al apartar tu atención de él. En esta sangre (tu consciencia) sumerges al pájaro vivo (la solución), o aquello que hasta ahora deseabas ser o poseer. Esto lo logras liberándote para ser el estado deseado ahora.
La inmersión del ave viva en la sangre del ave sacrificada es similar a la bendición de Jacob por parte de su padre ciego, Isaac. Como recordarás, el ciego Isaac no podía ver su mundo objetivo, su hijo Esaú. Tú también estás ciego a tu problema, el primer ave; pues has desviado tu atención de él y, por lo tanto, no lo ves. Tu atención (sangre) ahora está centrada en el segundo ave (estado subjetivo), y sientes y percibes su realidad.
Se te indica que rocíes siete veces al que va a ser purificado. Esto significa que debes permanecer en la nueva concepción de ti mismo hasta que mentalmente entres en el séptimo día (el Sabbath), hasta que tu mente se aquiete o se fije en la creencia de que realmente estás expresando o poseyendo aquello que deseas ser o poseer. En la séptima rociadura se te indica que sueltes el ave viva y declares al hombre limpio.
Al grabar plenamente en ti mismo que eres lo que deseas ser, te has rociado simbólicamente siete veces; entonces eres tan libre como el pájaro en libertad. Y como el pájaro en vuelo que pronto debe regresar a la tierra, así también tus impresiones subjetivas o tu afirmación deben, pronto, encarnarse en tu mundo.
Esta historia y todas las demás historias de la Biblia son obras psicológicas dramatizadas dentro de la conciencia del hombre.
Tú eres el sumo sacerdote. Tú eres el leproso. Tú eres los pájaros.
Tu consciencia o YO SOY es el sumo sacerdote. Tú, el hombre con el problema, eres el leproso. El problema, tu concepto actual de ti mismo, es el pájaro que se mata. La solución del problema, lo que deseas ser, es el pájaro vivo que se libera.
Recreas este gran drama dentro de ti al desviar tu atención del problema y colocarla en aquello que deseas expresar.
Imprime en ti mismo el hecho de que eres aquello que deseas ser hasta que tu mente se aquieta en la creencia de que es así.
Vivir en esta actitud mental fija, vivir en la conciencia de que ahora eres lo que antes deseabas ser, es el pájaro en vuelo, libre de las limitaciones del pasado y avanzando hacia la encarnación de tu deseo.
07 - Deseo, La Palabra de Dios
Capítulo 7 – El Deseo, La Palabra de Dios
Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
– Isaías 55:11
Dios te habla a través de tus deseos más profundos. Tus deseos más profundos son promesas o profecías que contienen en sí mismas el plan y el poder de la expresión.
Por “deseo fundamental” se entiende tu verdadero objetivo. Los deseos secundarios se refieren a la forma de realización. Dios, tu YO SOY, te habla a ti, el estado consciente condicionado, a través de tus deseos fundamentales. Los deseos secundarios o formas de expresión son los secretos de tu YO SOY, el Padre omnisciente. Tu Padre, YO SOY, revela lo primero y lo último: “Yo soy el principio y el fin” [Apocalipsis 1:8, 22:13]; pero nunca revela el medio ni el secreto de sus caminos. Es decir, el primero se revela como la palabra, tu deseo fundamental. El último es su cumplimiento; la palabra hecha carne. El segundo o medio (el plan de desarrollo) nunca se revela al hombre, sino que permanece para siempre como el secreto del Padre.
Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida.
– Apocalipsis 22:18-19
Las palabras proféticas del Apocalipsis son tus deseos fundamentales, que no deben ser condicionados. El hombre constantemente añade y quita elementos a estas palabras. Sin saber que el deseo fundamental contiene el plan y el poder de expresión, el hombre siempre está comprometiendo y complicando su deseo.
Aquí hay una ilustración de lo que el hombre hace con la palabra de profecía, sus deseos.
El hombre desea liberarse de su limitación o problema. Lo primero que hace tras definir su objetivo es condicionarlo a algo más.
Empieza a especular sobre cómo adquirirlo. Sin saber que lo deseado tiene una forma de expresarse propia, empieza a planear cómo conseguirlo, enriqueciendo así la palabra de Dios.
Si, por otro lado, no tiene un plan ni una concepción para satisfacer su deseo, lo compromete modificándolo. Cree que si se satisface con menos de su deseo básico, tendrá más posibilidades de alcanzarlo. Al hacerlo, se nutre de la palabra de Dios.
Tanto los individuos como las naciones violan constantemente esta ley de su deseo básico al conspirar y planificar la realización de sus ambiciones; de este modo, añaden a la palabra de la profecía o comprometen sus ideales, quitándole así algo de la palabra de Dios.
El resultado inevitable es la muerte y las plagas o el fracaso y la frustración prometidos por tales violaciones.
Dios habla al hombre sólo a través de sus deseos básicos.
Tus deseos están determinados por la concepción que tienes de ti mismo. En sí mismos, no son ni buenos ni malos.
Yo sé y estoy persuadido por el Señor Jesucristo que nada es inmundo en sí mismo; pero para el que ve algo que es inmundo, para él lo es.
– Romanos 14:14
Tus deseos son el resultado natural y automático de tu concepción actual de ti mismo.
Dios, tu conciencia incondicionada, es impersonal y no hace acepción de personas [Hechos 10:34, Romanos 2:11].
Tu conciencia incondicionada, Dios, da a tu conciencia condicionada, el hombre, a través del medio de tus deseos básicos aquello que tu estado condicionado (tu concepción actual de ti mismo) cree que necesita.
Mientras permanezcas en tu estado consciente actual, continuarás deseando aquello que ahora deseas.
Cambia tu concepción de ti mismo y cambiarás automáticamente la naturaleza de tus deseos.
Los deseos son estados de conciencia que buscan materializarse. Se forman por la conciencia del hombre y pueden ser fácilmente expresados por quien los ha concebido.
Los deseos se expresan cuando quien los ha concebido asume la actitud mental que tendría si los estados deseados ya estuvieran expresados. Ahora bien, dado que los deseos, independientemente de su naturaleza, pueden expresarse tan fácilmente mediante actitudes mentales fijas, cabe advertir a quienes aún no han comprendido la unidad de la vida y desconocen la verdad fundamental de que la conciencia es Dios, la única realidad.
Esta advertencia fue dada al hombre en la famosa Regla de Oro:
Haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti.
– Mateo 7:21
Puedes desear algo para ti o para otra persona. Si tu deseo se refiere a otra persona, asegúrate de que lo que deseas le sea aceptable. La razón de esta advertencia es que tu consciencia es Dios, el dador de todos los dones.
Por lo tanto, lo que sientes y crees que es cierto de otro es un regalo que le has dado. El regalo que no se acepta regresa a quien lo da.
Ten por seguro, entonces, que te encantaría poseer ese don, pues si fijas dentro de ti una creencia como verdadera acerca de otro y esa persona no acepta ese estado como verdadero acerca de sí misma, ese don no aceptado se encarnará en tu mundo.
Escucha y acepta siempre como cierto de los demás lo que deseas para ti. Al hacerlo, construyes el cielo en la tierra.
“Haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti” se basa en esta ley.
Acepta solo como ciertos para los demás los estados que aceptarías voluntariamente como ciertos para ti mismo, para que puedas crear constantemente el paraíso en la tierra. Tu paraíso se define por el estado de consciencia en el que vives, estado que se compone de todo lo que aceptas como cierto para ti mismo y para los demás.
Tu entorno inmediato está definido por tu propia concepción de ti mismo más tus convicciones respecto a los demás, que no han sido aceptadas por ellos.
Tu concepción del otro, que no es su concepción de sí mismo, es un regalo que te devuelven.
Las sugerencias, como la propaganda, son bumeranes a menos que sean aceptadas por aquellos a quienes se dirigen.
Así que tu mundo es un regalo que te has dado a ti mismo.
La naturaleza del regalo está determinada por tu concepción de ti mismo más los regalos no aceptados que ofreciste a otros.
No nos equivoquemos al respecto: la ley no hace acepción de personas.
Descubre la ley de la autoexpresión y vive según ella; entonces serás libre. Con esta comprensión de la ley, define tu deseo, sabe exactamente lo que quieres; asegúrate de que sea deseable y aceptable.
El hombre sabio y disciplinado no ve ningún obstáculo para la realización de su deseo; no ve nada que destruir. Con una actitud mental firme, reconoce que lo deseado ya se ha expresado plenamente, pues sabe que un estado subjetivo fijo tiene maneras de expresarse que nadie conoce.
Antes que pregunten, yo ya he respondido.
– Aprox., Isaías 65:24“Tengo caminos que vosotros no conocéis.”
– Aprox., Isaías 42:16“Mis caminos son inescrutables.
” – Romanos 11:33
El hombre indisciplinado, por otro lado, ve constantemente oposición al cumplimiento de su deseo. Y debido a la frustración, genera deseos de destrucción que cree firmemente que deben expresarse antes de que su deseo fundamental se haga realidad. Cuando el hombre descubra esta ley de la consciencia única, comprenderá la gran sabiduría de la Regla de Oro, y así vivirá según ella, comprobándose a sí mismo que el reino de los cielos está en la tierra.
Comprenderás por qué debes hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti. Sabrás por qué debes vivir según esta Regla de Oro porque descubrirás que es cuestión de sentido común, ya que se basa en la ley inmutable de la vida y no hace acepción de personas.
La consciencia es la única realidad. El mundo y todo lo que hay en él son estados de consciencia objetivados.
Tu mundo está definido por tu concepción de ti mismo MÁS TUS CONCEPCIONES DE LOS DEMÁS que no son sus concepciones de sí mismos.
La historia de la Pascua es para ayudarte a darle la espalda a las limitaciones del presente y pasar a un estado mejor y más libre.
La sugerencia de «seguir al hombre del cántaro de agua» [Marcos 14:13; Lucas 22:10] se dio a los discípulos para guiarlos a la última cena o la fiesta de la Pascua. El hombre del cántaro de agua es el undécimo discípulo, Simón de Canaán, la mente disciplinada que solo escucha palabras dignas, nobles y amables.
La mente que está disciplinada para escuchar sólo lo bueno se deleita con buenos estados y así encarna el bien en la tierra.
Si quieres asistir a la última cena —la gran fiesta de la Pascua—, entonces sigue a este hombre. Adopta esta actitud mental simbolizada por el “hombre con el cántaro de agua” y vivirás en un mundo que es realmente el cielo en la tierra.
La fiesta de la Pascua es el secreto para cambiar tu conciencia.
Desvías tu atención de tu concepción actual de ti mismo y asumes la conciencia de ser aquello que quieres ser, pasando así de un estado a otro.
Esta hazaña se logra con la ayuda de los doce discípulos, que son las doce cualidades disciplinadas de la mente [ver Tu Fe es Tu Fortuna del mismo autor, capítulo 18].
08 - Fe
Capítulo 8 – La fe
Y Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá; y se pasará; y nada os será imposible.
– Mateo 17:20
Esta fe de un grano de mostaza ha sido un tropiezo para el hombre [1 Corintios 1:23]. Se le ha enseñado a creer que un grano de mostaza representa un pequeño grado de fe. Por eso, naturalmente, se pregunta por qué él, un hombre maduro, carece de esta insignificante medida de fe cuando una cantidad tan pequeña asegura el éxito.
«La fe —se le dice— es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» [Hebreos 11:1]. Y además: «Por la fe… el universo fue constituido por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de lo que se ve» [Hebreos 11:3].
Lo invisible se hizo visible. El grano de mostaza no es la medida de una pequeña cantidad de fe. Al contrario, es la fe absoluta.
Una semilla de mostaza es consciente de ser una semilla de mostaza, y solo una semilla de mostaza. No tiene conciencia de ninguna otra semilla en el mundo. Está sellada en la convicción de ser una semilla de mostaza, de la misma manera que el espermatozoide, sellado en el útero, es consciente de ser hombre y solo hombre.
Un grano de mostaza es verdaderamente la medida de fe necesaria para lograr cada uno de tus objetivos; pero, como el grano de mostaza, tú también debes perderte en la conciencia de ser sólo la cosa deseada.
Permaneces dentro de este estado sellado hasta que estalla y revela tu reclamo consciente.
La fe es sentir o vivir con la consciencia de ser lo deseado. La fe es el secreto de la creación, el VAU en el nombre divino JOD HE VAU HE. La fe es el Cam en la familia de Noé. La fe es el sentimiento mediante el cual Isaac bendijo y materializó a su hijo Jacob. Por la fe, Dios (tu consciencia) llama a las cosas invisibles como si existieran y las hace visibles.
Es la fe la que te permite tomar consciencia de ser aquello que deseas. Además, es la fe la que te sella en este estado consciente hasta que tu reclamo invisible madura y se expresa, se hace visible.
La fe o el sentimiento es el secreto de esta apropiación. A través del sentimiento, la conciencia deseante se une a lo deseado.
¿Cómo te sentirías si fueras aquello que deseas ser?
Adopta el estado de ánimo, ese sentimiento que sería tuyo si ya fueras lo que deseas ser; y en poco tiempo quedarás sellado en la creencia de que lo eres. Entonces, sin esfuerzo, este estado invisible se objetivará; lo invisible se hará visible.
Si tuvieras la fe de un grano de mostaza, hoy a través de la sustancia mágica del sentimiento te sellarías en la conciencia de ser aquello que deseas ser.
En esta quietud mental, o estado sepulcral, permanecerías, confiado en que no necesitas que nadie retire la piedra [Mateo 28:2; Marcos 16:3; Lucas 24:2; Juan 20:1]; pues todas las montañas, piedras y habitantes de la tierra no son nada a tu vista [Isaías 40:17; Daniel 4:32]. Lo que ahora reconoces como cierto de ti mismo (este estado consciente actual) actuará según su naturaleza entre todos los habitantes de la tierra, y nadie podrá detenerlo ni decirle: “¿Qué haces?” [Daniel 4:32]. Nadie puede detener este estado consciente en el que estás sellado para que no se encarne, ni cuestionar su derecho a existir.
Este estado consciente, debidamente sellado por la fe, es una Palabra de Dios: YO SOY, pues el hombre así sentado dice: «YO SOY fulano», y la Palabra de Dios (mi estado consciente fijo) es espíritu y no puede regresar a mí vacía, sino que debe cumplir aquello para lo que fue enviada. La palabra de Dios (tu estado consciente) debe encarnarse para que sepas: «YO SOY el Señor… no hay Dios fuera de mí» [Isaías 45:5]. «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» [Juan 1:14], y «Él envió su palabra y lo sanó» [Salmo 107:20].
Tú también puedes enviar tu palabra, la Palabra de Dios, y sanar a un amigo. ¿Hay algo que te gustaría escuchar de un amigo? Define algo que sabes que le encantaría ser o poseer. Ahora, con tu deseo bien definido, tienes una Palabra de Dios. Para enviarla, para que se haga realidad, simplemente haz esto: siéntate en silencio donde estás y asume la actitud mental de escuchar; recuerda la voz de tu amigo; con esta voz familiar establecida en tu conciencia, imagina que realmente estás escuchando su voz y que te dice que es o tiene lo que tú deseabas que fuera o tuviera.
Graba en tu conciencia que realmente lo escuchaste y que te dijo lo que querías oír; siente la emoción de haberlo escuchado. Luego, déjalo ir por completo. Este es el secreto místico para expresar las palabras, para hacerlas carne. Formas en tu interior la palabra, lo que quieres oír; luego escucha y repítelo. «Habla, Señor, que tu siervo escucha» [1 Samuel 3:9,10].
Tu consciencia es el Señor hablando a través de la voz familiar de un amigo e inculcándote aquello que deseas escuchar. Esta autoimpregnación, el estado inculcado en ti, la Palabra, tiene formas de expresarse que nadie conoce. A medida que logres dejar huella, las apariencias te inmutarán, pues esta autoimpresión está sellada como un grano de mostaza y, a su debido tiempo, madurará hasta alcanzar su máxima expresión.
09 - La Anunciación
Capítulo 9 – El Anunciador
El uso de la voz de un amigo para impregnarse de un estado deseable está bellamente contado en la historia de la Inmaculada Concepción.
Está registrado que Dios envió un ángel a María para anunciarle el nacimiento de su hijo.
Y el ángel le dijo: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo…». Entonces María le dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues no conozco varón?». Respondiendo el ángel, le dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. Porque nada hay imposible para Dios».
– Lucas 1:30-37
Esta es la historia que se ha contado durante siglos en todo el mundo; pero al hombre no se le dijo que estaba escrita acerca de sí mismo, por lo que no ha recibido el beneficio que se pretendía darle.
La historia revela el método mediante el cual la idea o Verbo se hizo carne. Se nos dice que Dios germinó o engendró una idea, un hijo, sin la ayuda de otro. Luego, depositó su idea germinal en el vientre de María con la ayuda de un ángel que le hizo el anuncio y la fecundó con la idea.
Nunca se ha registrado un método más simple de impregnación de la conciencia que el que se encuentra en la historia de la Inmaculada Concepción.
Los cuatro personajes de este drama de la creación son el Padre, el Hijo, María y el Ángel.
El Padre simboliza tu consciencia. El Hijo simboliza tu deseo. María simboliza tu actitud mental receptiva. Y el Ángel simboliza el método utilizado para la fecundación.
El drama se desarrolla así: el Padre engendra un Hijo sin la ayuda de otro.
Tú defines tu objetivo; aclaras tu deseo sin la ayuda o sugerencia de otro.
Entonces el Padre selecciona aquel ángel que esté mejor calificado para llevar ese mensaje o posibilidad germinal a María.
Seleccionas a la persona en tu mundo que estaría sinceramente emocionada de presenciar el cumplimiento de tu deseo.
Entonces María se entera por medio del ángel que ya ha concebido un Hijo sin la ayuda del hombre.
Adoptas una actitud receptiva, una actitud de escucha, e imaginas que escuchas la voz de quien has elegido para decirte lo que deseas saber. Imagina que lo oyes decirte que eres y tienes lo que deseas ser y tener. Permaneces en este estado receptivo hasta que sientes la emoción de haber escuchado la buena y maravillosa noticia. Entonces, como María en la historia, sigues con tus asuntos en secreto, sin contarle a nadie esta maravillosa e inmaculada autofecundación, confiando en que a su debido tiempo expresarás esta impresión.
El Padre genera la semilla o posibilidad germinal de un Hijo, pero mediante una fecundación eugenésica. No transmite el espermatozoide de sí mismo al útero. Lo hace nacer a través de otro medio.
La consciencia que desea es el Padre generando la semilla o idea. Un deseo clarificado es la semilla perfectamente formada o el Hijo Unigénito. Esta semilla se transmite del Padre (consciencia que desea) a la Madre (consciencia de ser y tener el estado deseado).
Este cambio de conciencia se logra mediante el ángel o la voz imaginaria de un amigo que te dice que ya has logrado tu objetivo.
El uso de la voz de un ángel o de un amigo para producir una impresión consciente es la forma más corta, segura y confiable de quedar impregnado uno mismo.
Con tu deseo bien definido, asumes una actitud de escucha. Imagina que escuchas la voz de un amigo; luego, pídele que te diga (imagina que te lo dice) lo afortunado que eres de haber cumplido plenamente tu deseo.
En esta actitud mental receptiva, recibes el mensaje de un ángel; recibes la impresión de que eres y tienes aquello que deseas ser y tener. La emoción de haber escuchado lo que deseas oír es el momento de la concepción. Es el momento en que te impregnas de ti mismo, el momento en que realmente sientes que ahora eres o tienes aquello que antes solo deseabas ser o poseer.
Al salir de esta experiencia subjetiva, usted, como María de la historia, sabrá por su cambio de actitud mental que ha concebido un Hijo; que ha fijado un estado subjetivo definido y que dentro de poco expresará u objetivará este estado.
Este libro se escribió para mostrarte cómo alcanzar tus objetivos. Aplica el principio aquí expresado y ningún ser humano podrá impedirte alcanzar tus deseos.