Capítulo 2 – INSTRUCCIONES SELLADAS
El primer poder que nos encontramos en el umbral del dominio del alma es el poder de la imaginación.
Dr. Franz Hartmann
TOMÉ CONCIENCIA POR PRIMERA VEZ del poder, la naturaleza y la función redentora de la imaginación a través de las enseñanzas de mi amigo Abdullah; y a través de experiencias subsiguientes, aprendí que Jesús era un símbolo de la llegada de la imaginación al hombre, que la prueba de Su nacimiento en el hombre fue la capacidad del individuo de perdonar el pecado; es decir, su capacidad de identificarse a sí mismo o a otro con su objetivo en la vida.
Sin la identificación del hombre con su fin, el perdón del pecado es una imposibilidad, y sólo el Hijo de Dios puede perdonar el pecado.
Por tanto, la capacidad del hombre de identificarse con su fin, aunque la razón y sus sentidos lo nieguen, es prueba del nacimiento de Cristo en él.
Entregarse pasivamente a las apariencias e inclinarse ante la evidencia de los hechos es confesar que Cristo aún no ha nacido en ti.
Aunque esta enseñanza me impactó y me repelió al principio —pues era un cristiano convencido y ferviente, y entonces desconocía que el cristianismo no se hereda por mero accidente de nacimiento, sino que debe adoptarse conscientemente como forma de vida—, más tarde, a través de visiones, revelaciones místicas y experiencias prácticas, se adentró en mi comprensión y encontró una interpretación más profunda. Pero debo confesar que es un momento difícil cuando se tambalean aquellas cosas que uno siempre ha dado por sentadas.
¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
Marcos 13:2
No quedará ni una piedra de comprensión literal después de beber el agua del significado psicológico.
Todo lo que la religión natural ha construido se arroja a las llamas del fuego mental. Sin embargo, ¿qué mejor manera de comprender a Cristo Jesús que identificar el personaje central de los Evangelios con la imaginación humana, sabiendo que, cada vez que ejercitas tu imaginación con amor en beneficio de otro, estás literalmente mediando entre Dios y el hombre, alimentando y vistiendo a Cristo Jesús, y que, cada vez que imaginas maldad contra otro, estás literalmente golpeando y crucificando a Cristo Jesús?
Toda imaginación del hombre es una copa de agua fría o una esponja de vinagre para los labios resecos de Cristo.
“Ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo”, advirtió el profeta Zacarías [8:17].
Cuando el hombre preste atención a este consejo, despertará del sueño impuesto por Adán a la plena conciencia del Hijo de Dios. Él está en el mundo, y el mundo es creado por Él, y el mundo no lo conoce [Aprox., Juan 1:10]: Imaginación Humana.
Muchas veces me he preguntado: “Si mi imaginación es Cristo Jesús y todas las cosas son posibles para Cristo Jesús, ¿serán todas las cosas posibles para mí?”
A través de la experiencia, he llegado a saber que, cuando me identifico con mi objetivo en la vida, entonces Cristo está despierto en mí.
Cristo es suficiente para todo. [“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”, Colosenses 2:9,10; “Bástate mi gracia”, 2 Corintios 12:9]
Doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mí mismo.
Juan 10:17-18
¡Qué consuelo es saber que todo lo que experimento es el resultado de mi propio estándar de creencias, que soy el centro de mi propia red de circunstancias y que, a medida que yo cambio, también debe cambiar mi mundo exterior!
El mundo presenta diferentes apariencias según difieran nuestros estados de conciencia.
Lo que vemos cuando estamos identificados con un estado no puede verse cuando ya no estamos fusionados con él.
Por estado se entiende todo aquello que el hombre cree y consiente como verdadero.
Ninguna idea presentada a la mente puede realizarse a menos que la mente la acepte.
Depende de la aceptación, del estado con el que nos identificamos, de cómo se presentan las cosas. En la fusión de la imaginación y los estados se encuentra la configuración del mundo tal como parece. El mundo es una revelación de los estados con los que se fusiona la imaginación. Es el estado desde el que pensamos lo que determina el mundo objetivo en el que vivimos. El hombre rico, el pobre, el hombre bueno, el ladrón son lo que son en virtud de los estados desde los que ven el mundo. De la distinción entre estos estados depende la distinción entre los mundos de estos hombres. Individualmente tan diferente es este mismo mundo. No son las acciones y el comportamiento del hombre bueno los que deben coincidir, sino su punto de vista.
Las reformas externas son inútiles si no se cambia el estado interior.
El éxito no se logra imitando las acciones externas de los exitosos, sino mediante acciones internas correctas y diálogo interno.
Si nos separamos de un estado, y podemos hacerlo en cualquier momento, las condiciones y circunstancias que dieron origen a esa unión desaparecen.
Fue en el otoño de 1933, en Nueva York, cuando me acerqué a Abdullah con un problema. Me hizo una simple pregunta: “¿Qué quieres?”.
Le dije que me gustaría pasar el invierno en Barbados, pero que estaba sin blanca. Literalmente no tenía ni un céntimo.
“Si te imaginas que estás en Barbados”, dijo, “pensando y viendo el mundo desde ese estado de conciencia en lugar de pensar en Barbados, pasarás el invierno allí.
No debes preocuparte por las formas y medios para llegar allí, pues el estado de conciencia de estar ya en Barbados, si está ocupado por tu imaginación, ideará los medios más adecuados para realizarse”.
El hombre vive comprometiéndose con estados invisibles, fusionando su imaginación con lo que sabe que es distinto a sí mismo, y en esta unión experimenta los resultados de esa fusión. Nadie puede perder lo que tiene, salvo por el desapego del estado donde las cosas experimentadas tienen su vida natural.
“Debes imaginarte en el estado de tu deseo cumplido”, me dijo Abdullah, “y quedarte dormido viendo el mundo desde Barbados”.
El mundo que describimos a partir de la observación debe ser como lo describimos en relación con nosotros mismos.
Nuestra imaginación nos conecta con el estado deseado.
Pero debemos usar la imaginación con maestría, no como un espectador que piensa en el final, sino como un participante que piensa desde el final.
En realidad debemos estar allí, en la imaginación.
Si hacemos esto, nuestra experiencia subjetiva se realizará objetivamente.
“Esto no es una mera fantasía”, dijo, “sino una verdad que puedes comprobar con la experiencia”.
Su llamado a entrar en el deseo cumplido fue el secreto de pensar desde el final. Todo estado ya existe como una mera posibilidad mientras lo piensas, pero es abrumadoramente real cuando piensas desde él. Pensar desde el final es el camino de Cristo.
Comencé allí mismo, fijando mis pensamientos más allá de los límites de los sentidos, más allá de ese aspecto al que mi estado actual daba ser, hacia la sensación de estar ya en Barbados y ver el mundo desde ese punto de vista.
Enfatizó la importancia del estado desde el cual el hombre contempla el mundo al dormirse. Todos los profetas afirman que el hombre escucha la voz de Dios principalmente en sueños.
En un sueño, en una visión nocturna, cuando el sueño profundo cae sobre los hombres, mientras dormitan en el lecho; entonces él abre los oídos de los hombres y les sella la instrucción.
Job 33:15-16
Esa noche y durante varias noches después, dormí creyendo estar en casa de mi padre en Barbados. Al cabo de un mes, recibí una carta de mi hermano, quien me decía que deseaba mucho que la familia estuviera reunida en Navidad y me pedía que usara el billete de barco adjunto para Barbados. Zarpé dos días después de recibir la carta de mi hermano y pasé un invierno maravilloso en Barbados.
Esta experiencia me ha convencido de que el hombre puede ser todo lo que quiera si hace de la concepción algo habitual y piensa desde el final.
También me ha demostrado que ya no puedo excusarme culpando al mundo de las cosas externas, que mi bien y mi mal no dependen sino de mí mismo, que las cosas se presentan según el estado desde el que veo el mundo.
El hombre, libre de elegir, actúa a partir de concepciones que libremente, aunque no siempre sabiamente, elige. Todos los estados concebibles esperan nuestra elección y ocupación, pero ninguna racionalización nos proporcionará por sí sola el estado de conciencia, que es lo único que vale la pena tener.
La imagen imaginativa es lo único que debemos buscar.
La finalidad última de la imaginación es crear en nosotros “el espíritu de Jesús”, que es el perdón continuo del pecado, la identificación continua del hombre con su ideal.
Solo identificándonos con nuestro objetivo podemos perdonarnos por haberlo perdido. Todo lo demás es trabajo en vano. En este camino, a cualquier lugar o estado que dirijamos nuestra imaginación, a ese lugar o estado gravitaremos también físicamente.
En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si así no fuera, os lo habría dicho. Voy a prepararos un lugar. Y si me voy y os preparo un lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Juan 14:2-3
Al dormir en la casa de mi padre en mi imaginación, como si durmiera allí en carne y hueso, fusioné mi imaginación con ese estado y me vi obligado a experimentar ese estado también en carne y hueso.
Tan vívido fue este estado para mí, que podría haberme visto en casa de mi padre si alguien sensible hubiera entrado en la habitación donde en mi imaginación dormía. Un hombre puede ser visto donde en su imaginación está, pues un hombre debe estar donde está su imaginación, pues su imaginación es él mismo. Esto lo sé por experiencia, pues he sido visto por algunos a quienes deseaba ser visto, cuando físicamente me encontraba a cientos de kilómetros de distancia.
Yo, por la intensidad de mi imaginación y sentimiento, imaginándome y sintiéndome en Barbados en lugar de simplemente pensar en Barbados, había cruzado el vasto Atlántico para influir en mi hermano a fin de que deseara mi presencia para completar el círculo familiar en Navidad.
Pensar desde el final, desde el sentimiento de mi deseo cumplido, fue la fuente de todo lo que ocurrió como causa externa, como el impulso de mi hermano de enviarme un billete de barco; y fue también la causa de todo lo que apareció como resultados.
En Ideas del bien y del mal, W. B. Yeats, después de describir algunas experiencias similares a ésta mía, escribe:
Si quienes han descrito sucesos como este no han soñado, deberíamos reescribir nuestras historias, pues todos los hombres, y ciertamente todos los hombres imaginativos, deben estar siempre proyectando encantos, glamour, ilusiones; y todos los hombres, especialmente los hombres tranquilos que no tienen una vida egoísta poderosa, deben estar continuamente bajo su poder.
La imaginación decidida, pensando desde el final, es el comienzo de todos los milagros.
Me gustaría darles una inmensa creencia en los milagros, pero un milagro es solo el nombre que dan aquellos que no tienen conocimiento del poder y la función de la imaginación a las obras de la imaginación.
Imaginarse con la sensación del deseo cumplido es el medio por el cual se accede a un nuevo estado. Esto le otorga al estado la cualidad de ser.
Hermes nos dice:
Lo que es, se manifiesta; lo que ha sido o será, no se manifiesta, pero no está muerto; porque el Alma, la actividad eterna de Dios, anima todas las cosas.
El futuro debe convertirse en presente en la imaginación de quien sabia y conscientemente cree circunstancias.
Debemos traducir la visión en Ser, el pensar en en el pensar desde. La imaginación debe centrarse en algún estado y contemplar el mundo desde ese estado. Pensar desde el fin es una percepción intensa del mundo del deseo cumplido.
Pensar desde el estado deseado es vida creativa. Desconocer esta capacidad de pensar desde el fin es esclavitud.
Es la raíz de toda esclavitud que aprisiona al hombre. Entregarse pasivamente a la evidencia de los sentidos subestima las capacidades del Ser Interior.
Una vez que el hombre acepta pensar desde el fin como un principio creativo en el que puede cooperar, entonces queda redimido del absurdo de intentar alguna vez alcanzar su objetivo simplemente pensando en él.
Construye todos los fines según el patrón del deseo cumplido.
La vida entera no es más que el apaciguamiento del hambre, y los estados infinitos de conciencia desde los que el hombre puede ver el mundo son puramente un medio para satisfacer esa hambre.
El principio sobre el cual se organiza cada estado es alguna forma de hambre por elevar la pasión por la autogratificación a niveles de experiencia cada vez más elevados.
El deseo es el motor de la maquinaria mental. Es una bendición. Es un anhelo legítimo y natural cuya satisfacción legítima y natural reside en el estado de consciencia.
Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta.
Filipenses 3:13-14
Es necesario tener un objetivo en la vida. Sin él, nos desviamos. “¿Qué quieres de mí?” [¿Qué quieres que te haga? Lucas 18:41] es la pregunta implícita que más frecuentemente formula el personaje central de los Evangelios. Al definir tu objetivo, debes desearlo.
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
Salmos 42:1
Es la falta de esta dirección apasionada hacia la vida lo que hace que el hombre no logre sus objetivos.
Es fundamental tender el puente entre el deseo (pensar en) y la satisfacción (pensar desde).
Debemos pasar mentalmente de pensar en el final a pensar desde el final.
La razón jamás podría hacer esto. Por su naturaleza, está restringida a la evidencia de los sentidos; pero la imaginación, al no tener tal limitación, sí puede.
El deseo existe para ser gratificado en la actividad de la imaginación.
A través de la imaginación, el hombre escapa de la limitación de los sentidos y de la esclavitud de la razón.
Nada detiene al hombre que piensa desde el principio. Nada puede detenerlo. Crea los medios y crece, superando las limitaciones, hacia las mansiones cada vez más grandes del Señor.
No importa lo que haya sido ni lo que sea. Lo único que importa es “¿qué quiere?”.
Él sabe que el mundo es una manifestación de la actividad mental que ocurre dentro de él, por lo que se esfuerza por determinar y controlar los fines desde los cuales piensa.
En su imaginación habita el final, confiado de que habitará allí también en la carne.
Pone toda su confianza en el sentimiento del deseo cumplido y vive entregándose a ese estado, pues el arte de la fortuna es tentarlo a hacerlo.
Al igual que el hombre en el estanque de Betesda, él está listo para el movimiento de las aguas de la imaginación.
Sabiendo que cada deseo es grano maduro para aquel que sabe pensar desde el final, es indiferente a la mera probabilidad razonable y confía en que a través de la imaginación continua sus suposiciones se concretarán en hechos.
Pero cómo persuadir a los hombres en todas partes de que pensar desde el fin es la única vida, cómo fomentarlo en cada actividad del hombre, cómo revelarlo como plenitud de la vida y no como compensación de los decepcionados: he ahí el problema.
La vida es algo controlable.
Podrás experimentar lo que quieras una vez que te des cuenta de que eres Su Hijo, y que eres lo que eres en virtud del estado de conciencia desde el cual piensas y ves el mundo,
Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
Lucas 15:31